Roberto Cipriani
El análisis cualitativo del fenómeno religioso:
una propuesta metodológica
Premisa
El peso ejercido por dos autores clásicos de la sociología, Durkheim[1] y Weber[2], ha condicionado el desarrollo metodológico de la disciplina, especialmente en lo que concierne al análisis del fenómeno religioso. Más allá de la diversidad, sus enfoques parecen converger sobre todo en el éxito de la supresión de la dimensión individual favoreciendo un horizonte más amplio: el hecho social, la solidaridad por una parte y la acción social y la racionalidad por la otra. La misma afectividad se desvanecería – según la teoría weberiana – ya sea en el hecho personal que en aquel general, cuando se la aleja del contexto específico (y personal) de proveniencia. Por otro lado el rol de la tradición, en su plena validez histórica, prevalecería y anularía ampliamente aquel del individuo (salvo su recuperación en clave carismática, que está relacionada, no casualmente, con una particular forma de poder).
El equívoco entre individuo y sociedad
Leyendo atentamente Durkheim y Weber se debe constatar que la visión de la realidad social es menos simplificada de lo que algunas interpretaciones apuradas quisieran dar a entender. De todos modos, en los hechos, se abre camino a una tendencia basada sobre el modelo de los textos y no sobre los prejuicios de los historiadores del pensamiento sociológico, demasiado ocupados en hacer síntesis al punto de no encontrar el tiempo necesario para lecturas más atentas y serenas. Es oportuno aceptar sugerencias, como por ejemplo la de Moscovici, que invita a reflexionar con mayor atención sobre el alcance de la “realidad psíquica” durkheimiana, entendida ya sea como elemento individual que de grupo. En esta óptica “según Durkheim, a los individuos la sociedad aparece primero como un conjunto de creencias y prácticas que asocian los hombres y forman una conciencia común. Nada es más natural que la reunión de ‘seres psíquicos’ como el asemblaje de las células en un organismo, en un ‘ser psíquico’ nuevo y diferente… En efecto, la realidad psíquica se diferencia esencialmente de la realidad social que nace en el momento en que los individuos se agregan, comunican e interaccionan. Durkheim analiza el resultado de un proceso psíquico unitario que se realiza en la conciencia colectiva objetiva”[3].
En consecuencia la dimensión psíquica individual no se anula, sino que presentaría el dato fundamental que conduce a un producto final homogéneo, representado por la “conciencia colectiva”. Por más discutible que sea este último concepto, no menos lo son las palabras del mismo Durkheim que sostiene “es necesario buscar en la naturaleza de la individualidad, y no en aquella de las unidades componentes, las causas próximas y determinantes de los hechos que se verifican”[4]. Esto significa claramente que el individuo es la célula fúndante de la sociedad y que el grupo es diferente a la simple suma de los individuos. Por lo tanto al sociólogo francés le es más útil mirar el contexto social interindividual, aunque sea solamente para entender mejor el grupo o la más vasta sociedad.
En realidad el vocabulario durkheimiano ha sido ya superado porque insiste sobre términos que tienen un carácter obligatorio en su acepción causal y determinística allí donde, en cambio, hay que optar por una mayor problematización y no por la simple relación entre causa y efecto.
De todos modos y más allá de estos límites, es evidente que Durkheim está fuertemente condicionado por la polémica anti-animista y anti-naturalista. Si existen forzamientos – que de hecho son notables – éstos apuntan a re-orientar la investigación en clave sociológica aún sin negar la psicología. No es una casualidad que en su obra sucesiva (Les formes élémentaires de la vie religieuse, 1912) se hable de la duplicidad del hombre, en donde coexisten dos seres, uno individual y otro social[5]. Y tampoco es una casualidad que el tótem sea descripto e interpretado tanto a nivel individual como clánico. Freud, retomará el mismo tema del totemismo sólo algunos meses después (citando Durkheim) con la publicación de su celebre “Tótem y tabú”, y en cuyo prefacio – firmado en Roma en septiembre de 1913 – aclara que la obra apunta a ser un puente entre las ciencias sociales y el psicoanálisis[6]. Es más, señala el momento de transición de una perspectiva puramente psicológica a una psico-sociológica.
Moscovici no es el único que ha estigmatizado una cierta confusión difusa sobre el pensamiento durkhemiano. También José Prades[7] ha intervenido sobre este tema, subrayando la misma realación entre aspecto individual y colectivo de la vida religiosa, invocando a tal fin la autoridad de Parsons (“la concepción de Durkheim con respecto a esta temática presenta un “individualismo institucionalizado, una síntesis muy especial de individualidad y de solidaridad social que se ha desarrollado en el mundo occidental moderno”) y una afirmación de Bellah (“Durkheim ha utilizado el totemismo australiano, durante quince años, como ‘un laboratorio en donde se estudia, con una precisión minuciosa, la relación entre religión, estructura social y personalidad”).
De lo visto hasta ahora en relación al contraste entre la posición durkhemiana y weberiana, surge la necesidad de un reacercamiento en términos de diferencias sustancialmente convergentes más allá de las apariencias. No hay contradicción entre lo colectivo y lo individual. Más aún, es el mismo Weber quien funda la hipótesis del origen del capitalismo justamente a partir del enfoque individual en el ámbito de la moral calvinista, “una société de solitaires”: una sociedad de solitarios ha consentido el desarrollo del espíritu capitalista del cual Benjamin Franklin representa una figura emblemática.
El aporte de Znaniecki e Simmel
Aun más clara es la acentuación ofrecida por Florian Znaniecki[8] que coloca nuevamente en el campo – como lo había ya hecho junto con Thomas en El campesino polcaco[9]– a las personas consideradas objeto social, es decir entidades dotadas de status y de rol. Znaniecki insiste sobre todo en el valor social de cada acción individual que nunca es un mero hecho personal sino la base histórica de elementos sociales e individuales al mismo tiempo. En efecto, el individuo “es más bien un conjunto compuesto de acciones, cada una de las cuales se refiere a los objetos del ambiente circunstante, y que es posible comprender y definir únicamente en relación con tales objetos sobre los que reacciona o intenta reaccionar. Por otro lado, al sociólogo no le interesa si un individuo tiene una conciencia plena de las propias acciones, ni de como esas se le presentan o cómo reflexiona sobre éstas. Lo que realmente le interesa saber son sus resultados y qué influencia ejercitan sobre su ambiente”[10].
Al mismo tiempo, es Simmel[11] quien ofrece una solución convincente para resolver, en términos científicamente validos, la cuestión de la relación individuo-sociedad a partir de su propuesta de la tipificación y de la comprensión, útiles para superar el umbral de la mera individualidad, a través de un conocimiento profundo del otro sujeto, en modo de considerar como hechos sociales significativos tanto la comunicación sincera como la mentira o el rechazo. Tal propuesta está perfectamente en sintonía con lo que sostenía Znaniecki[12] en la diferenciación entre historia y sociología, allí donde asignaba a esta última el deber de indagar sobre el significado de la no veracidad de una afirmación como indicio de motivaciones no explícitas pero fuertemente relevantes, en la medida en que permite una “reconstrucción científica” – aun siendo parcial – “de la persona como individuo social”.
La relación micro-macro
La objeción más común, en lo que respecta a la metodología cualitativa que usa el enfoque biográfico, permite la transición desde el nivel idiográfico a aquel nomotético, desde la dimensión individual a aquella social. Lo que se objeta es que este pasaje no esté justificado y por tal motivo representa el punto débil de la fase interpretativa y conclusiva de la investigación.
En realidad quedan dudas respecto a una perspectiva que se considera presuntamente de menor validez científica, de fácil aplicabilidad, menos compleja y sobre todo no asimilable (y utilizable) por parte de la instrumentación usual de la cuantificación estática.
Las diferencias metodológicas y técnicas no son tantas como para justificar una neta separación entre las dos ópticas de investigación. Ciertamente se debe reconocer a la sociología cuantitativa un bagaje mucho más amplio de soluciones operativas y de resultados elaborados. Sin embargo esto se debe también a un desarrollo histórico desigual que ha privilegiado al máximo la preferencia por lo cuantitativo. De esto no se puede responsabilizar a quienes han tratado de hacer emerger la sociología cualitativa. Es más, hay que agregar que en estos años el esfuerzo para la recuperación de lo cualitativo está recogiendo algunos resultados prometedores, justamente con el auxilio de la informática que por su naturaleza se pensaría apta solamente a la investigación de tipo cuantitativo.
En tanto se asoma cada vez más la necesidad de valorizar la calidad en la cantidad, los aspectos micro en el cuadro macro, lo individual en lo social. Lo que presumidamente se pierde a nivel de generalización se gana en profundidad y definición de lo particular, que constituye aun la base esencial del más amplio universo de investigación.
Por otro lado no se puede descuidar tampoco el hecho de la existencia de un elemento ideológico de base, el cual caracteriza el cuantitativismo como lo más sensible a las exigencias del mercado y no a las características individuales, presentes en las preocupaciones de tipo cualitativo. No es una casualidad que la misma duración de uno u otro enfoque se diversifica en modo notable, ya que suministrar un cuestionario y la sucesiva elaboración de los datos necesita un tiempo seguramente inferior al que se necesita para la recolección de una historia de vida y su consecuente análisis interpretativo.
Todavía hay que notar que se está asistiendo a una exuberancia teórica que hace considerar a los cuantitativistas casi sólo entre sí mismos, evitando la confrontación continua con las “otras” metodologías. En consecuencia falta la relación y la fecundación recíproca de los métodos y las técnicas. Esto impide un crecimiento calibrado y experimentado de las ciencias sociológicas.
Es necesario, en definitiva, un cambio hacia una amplia y correcta experimentación empírica, con el fin de disponer de una instrumentación adecuada, que pueda garantizar una alta confiabilidad en la metodología micro, cualitativa y biográfica.
La literatura sociológica más o menos reciente ha realizado una serie de ataques y críticas a la metodología tradicional, en la mayor parte de los casos circunscripta en formulaciones exclusivamente estadístico-cuantitativas. Sin embargo, poco de verdaderamente positivo emergió por parte de los defensores, que generalmente se presentaban sin elementos e inertes frente al poder de los números, de las mediciones en porcentajes, de las tablas con doble entrada, de las representaciones gráficas y de los histogramas. La contraposición se ha realizado sólo en clave dialéctica abstracta, sin una experimentación metodológico-técnica adecuada. Y en algún caso se ha hablado de una posible teorización del anarquismo científico-metodológico, como si el problema pudiese ser resuelto simplemente ignorándolo y tratándolo casi como si no hubiera nunca existido.
Los cuatro modelos de Giesen
Las posibilidades de superación del contraste entre micro y macro se reducen a tres alternativas, a las que Bernhatd Giesen[13] agrega una cuarta solución como síntesis unificadora de las otras tres.
El primer modelo tiene una perspectiva coordinadora: apunta conjuntamente a las acciones individuales y a los efectos macrosociales (pero daña las valencias simbólicas).
El segundo modelo es de tipo análitico-categorial: se interesa esencialmente en los aspectos lingüísticos, al speech act (pero descuida las diferencias entre procesos simbólicos y procesos factuales).
El tercer modelo es definible como antagonístico porque evidencia la acción represiva de la sociedad en contraste con la autonomía del individuo (pero generaliza en modo simplista la dialéctica conflictual entre padrón y esclavo).
Por ultimo, el cuarto modelo trata de remediar los inconvenientes de los tres anteriores tomando en consideración, en una óptica teorético-evolutiva, tanto las estructuras simbólicas como las prácticas y los materiales.
Tal propuesta no va mucho más allá de la enunciación y queda por lo tanto en el nivel de una promesa, a la espera de futuros desarrollos. Por el momento, la cuestión es periférica respecto al debate sobre el método, que se encuentra todavía al centro de la fuerte discusión entre popperianos, antipopperianos y postpopperianos. Y una vez más la metodología biográfica, cualitativa y micro podría perder una ocasión de suma importancia, es decir su retorno al centro de las discusiones científicas.
También el nexo entre micro y macro estuvo presente desde los orígenes de la reflexión sociológica. Neil Smelser[14] ha repetido varias veces que la lección durkheimiana (y weberiana) en este sentido es todavía valida en la medida en que existe una acción recíproca entre macroestructuras y microrespuestas que, agregándose a su vez, dan lugar a macrofenómenos. Es particular, pero altamente significativo, que al sugerir tal interpretación de la obra de Durkheim, el sociólogo de Berkeky se acerca a la teoría psicoanalítica[15], para individualizar los nexos dobles entre personalidad individual y acondicionamientos macrosociales. La observación sociológica y psicológica llegan juntas a evidenciar las estrategias peculiares del sujeto para defenderse de lo macro, desde el momento en que él elige las acciones más aptas para responder a las solicitudes de las macroestructuras, recurriendo a comportamientos ampliamente difusos (y en consecuencia, macro).
También Laura Bovone[16] oportunamente retoma el nombre de Smelser para volver sobre la reconciliación de la diversidad entre Durkheim y Weber en mérito a la co-presencia de micro y macro; y sobre la base de R. Collins[17] sostiene correctamente que “por este motivo no es necesario el uso de los conceptos o de las macroteorías, sino crear empíricamente a ambos, ‘reduciéndolos’ a nivel micro, volviendo explícitas las situaciones reales de la vida cotidiana a cuya agregación se refieren”[18]
La fundación empírica
Superar la actual fase de impasse en materia de nuevas propuestas metodológicas implementables en la sociología micro y, en particular, en aquella del fenómeno religioso, entendido como hecho al mismo tiempo individual y social, no es un objetivo que se pueda cumplir en el breve período de algunos años. Se trata de un programa a largo plazo que implicará algunas décadas de trabajo intenso de campo. A la espera de resultados satisfactorios y de las primeras pruebas empíricas es oportuno al menos aclarar algunos términos y límites de la operación.
En primer lugar se debe especificar que el enfoque debe ser necesariamente multidimensional y eventualmente multiparadigmático, para que se puedan experimentar las soluciones más apropiadas y fecundas. Hay que entender la multidimensionalidad como propensión a considerar las acciones sociales no sólo en sus relaciones en clave interpersonal sino también, y sobre todo, en los diversos niveles de lectura (hermenéutica, simbólica, estructural, lingüística, fenomenológica, psicoanalista). Esto significa que la investigación no podrá ser administrada por un solo investigador, sino que serán necesarios conocimientos múltiples y suficientemente amalgamados entre sí.
Un ulterior carácter a considerar es el tipo de objetivo científico preestablecido. Es evidente que la investigación biográfica – fundada esencialmente sobre la recolección de las historias de vida – debe renunciar a toda pretensión o presunción de representatividad estadística. Dicho en otros términos, un protocolo biográfico no puede ser elaborado a la par de un cuestionario debidamente respondido por un entrevistado. Este proceso no comporta, sin embargo, una privación absoluta en términos de validez científica. La naturaleza del dato es diversa pero no su apreciación. En el contexto de un vocabulario cuantitativo se puede decir que la representatividad de uno o más récits de vie (historias de vida) debe ser definida “problemática”, no en el sentido de considerarla discutible sino principalmente como “significativa”, e “indiciaria” con relación a los problemas específicos de la investigación; relevantes en modo profundo pero diferenciada a través de los diferentes casos analizados. En realidad, lo que se gana en amplitud de informaciones y de imputs provenientes de los protagonistas de una narración biográfica debería garantizar la posibilidad de un conocimiento plausible y verificable, empíricamente fundado. Conocimiento “cerrado” en el universo al que pertenece y al mismo tiempo “abierto” por el peso de las relaciones con el exterior (el micro en el interior del macro).
En tercer lugar la confrontación con los datos del universo general no debe ser afrontada en una perspectiva conflictual. El anarquismo metodológico y la casualidad superficial no encuentran alguna legitimación ni siquiera en las razones estrechamente ideológicas (las contraposiciones de “derecha” e “izquierda” son un pretexto cómodo que no permiten el intercambio fructífero de informaciones y de observaciones). Sin llegar a un acuerdo desviante (por ejemplo un número significativo de historias de vida, tal vez un centenar, elegidos como muestra y estratificado para contrastar en el mismo terreno estadístico las investigaciones de matriz cuantitativa), se podría aún suponer una solución que no se olvide de los caracteres numéricos del cuadro a estudiar sino que renuncie a toda intención de naturaleza representativo-porcentualista. Al límite, algunas decisiones de base relativas a las personas a quienes se pide de contar su propia vida pueden respetar las variables presentes en el universo analizado, pero en la plena conciencia de no querer acceder – así obrando – a alguna hipótesis de generalización, porque sería indebida y sujeta a críticas destructivas aun cuando es realizada con la seria intención de llevar a cabo un análisis sociológico.
La peculiaridad de la fenomenología religiosa, elaborada en modo individual y en forma generalmente latente, se presta al estudio basado en una metodología cualitativa que apunta al cuadro micro de la cotidianidad y de la biografía personal. Aun sin pedir nada directamente sobre el tema religioso, logra recabar toda una serie de indicaciones, pequeños detalles, alusiones, reenvíos y opiniones fácilmente recuperables conjuntamente en una óptica de análisis psicológico y sociológico.
Al mismo tiempo la narración de una experiencia existencial florece frecuentemente en una “construcción social” de la realidad (propia o ajena) y señala abundantemente las elecciones personales, las creencias, las ilusiones, los mitos y los proyectos. Especialmente cuanto el surgimiento de temas religiosos se da en modo espontáneo (es decir sin preguntas ad hoc por parte del investigador) se logra captar algunas “piedras preciosas” esparcidas a lo largo del sendero biográfico individual pero lejanas de la “incrustación” de los comportamientos más vistosos (relevables generalmente a través de la observación participante, que es por esto bastante parcial, así como lo era un tiempo atrás el mero cálculo del número de los participantes a la misa o de las personas que van a la iglesia sólo durante la Pascua; análisis tan amados por la sociología cuantofrenética como por la sociología tradicional).
También en el campo de los hechos religiosos (es más, sobre todo en estos hechos) el dato numérico no es identificable con el dato científico indiscutible. De este modo el contar cuantos participan en un movimiento religioso, y tal vez preguntar algo sobre las motivaciones que inducen a la participación, ofrece sólo pálidas señales de una realidad mucho más compleja y articulada, movible y raramente percibida por los individuos.
Se debe multiplicar los pasajes de filtro, útiles para impedir que la sensibilidad de un investigador particular condicione los resultados y las interpretaciones de los datos.
Hoy, nuevos programas informáticos (The Ethnograph, Text Analysis, Package, Zyndex, Nota Bene, QUALPRO, AQUAD, Textbase. Alpha, HyperQual, Hypertext, HyperRESEARCH, NUDIST, NVivo, Wordcruncher, Kwalitan, DiscAn, SPAD.T, sólo para citar los más usados) ofrecen una ayuda válida para la organización temática de los datos. Pero el trabajo mayor está todavía en las manos (y en la mente) del sociólogo. Los próximos años nos dirán si este nuevo desafío podrá ser vencido.
En tanto algunos criterios epistemológicos deben ser elegidos y motivados[19], aclarando el alcance del enfoque biográfico y cualitativo[20], su aplicabilidad y su conveniencia con relación al tipo de problemática a afrontar. Desde este punto de vista parece insuficiente la misma Chicago vision[21], es decir el impulso de esta escuela y de este pensamiento proveniente de los autores fundamentales para el desarrollo de las investigaciones basadas sobre los documentos personales. Por otro lado una cierta fragmentación y discontinuidad dañan un procedimiento bien definido. Los estudiosos de Chicago estaban demasiado influenciados por su matriz originaria como para poder pensar en una vasta y motivada base empírica. Pero el concepto de “definición (subjetiva) de la situación” es el factor clave que todavía hoy hace posible el uso científico de las historias de vida.
En el plano de los requisitos técnicos, que son cada vez más experimentables sobre el terreno de la investigación, se puede trazar un cuadro indicativo de algunas de las características peculiares particularmente fértiles:
– la validez de recurrir a dos investigadores en el momento de la recolección de una historia de vida en modo de poder tener un doble informe tanto a nivel de comunicación verbal como no verbal;
– la necesidad de procedimientos estandardizados mediante oportunas soluciones gráficas en la transcripción de los textos de las historias de vida, teniendo presente las intervenciones de los diferentes interlocutores y la grabación de los aspectos gestuales o de otros tipos de silent language (según la propuesta de E.T. Hall[22] a partir del 1959);
– la utilidad de una grilla de análisis unida a las hipótesis orientadoras de la investigación, de modo de poder disponer de una sinopsis y una sumatoria de los datos relevantes en cada protocolo de historia de vida;
– la conveniencia de una serie de pasajes en forma de embudo que seleccionen los resultados más significativos, con el fin de verificar las hipótesis de partida y previendo los varios niveles de co-interpretación de los textos biográficos.
A partir de estas simples cautelas es posible organizar correctamente una nueva metodología para el análisis de los fenómenos sociales, experimentando así las posibles convergencias entre investigación cualitativa y cuantitativa[23].
En este sentido el “gesto” religioso[24], por ejemplo, no se limitará sólo a la práctica ritual sino que será indagado en sus dimensiones más ocultas y justamente por esto, quizás científicamente más significativas.
[1]. Cfr. E. Durkheim, Les règles de la méthode sociologique, Alcan, París.
[2]. Cfr. M. Weber, Gesammelte Aufsätze zur Wissenschaftslehre, Mohr, Tübingen, 1992.
[3]. S. Moscovici, La machine à faire des dieux. Sociologie et psychologie, Fayard, París, 1988, pag. 132.
[4]. E. Durkheim, Les règles de la méthode sociologique, cit., pag. 130.
[5]. Cfr. E. Durkheim, Les formes élémentaires de la vie religieuse, Alcan, París.
[6]. Cfr. S. Freud, Totem and Tabu, Deuticke, Wien, 1913: los cuatro capítulos de la obra habían sido ya publicados como cuatro ensayos en “Imago”, vol. I-II, 1912-1913, revista dirigida por el mismo Freud.
[7]. J. A. Prades, Persistance et métamorphose du sacré. Actualiser Durkheim et repenser la modernité, Presses Universitaires de France, París, 1987, pag. 98.
[8]. Cfr. F. Znaniecki, Social actions, Farrar and Rineart, Nueva York, 1936.
[9]. Cfr. W. I. Thomas, F. Znianiecki, The Polish peasant in Europe and America, University of Chicago Press, Chicago, 1918-20.
[10]. F. Zaniecki, “Introduzione” a W. Berkan, Zyciorys wlasny (Autobiografía), Fiszer e Majewski, Poznan, 1924, pag. V.
[11]. Cfr. G. Simmel, Die Probleme der Geschichtsphilosophie. Eine erkenntnistheorethische Studie, Duncker-Humblot, Leipzig, 1892, 3ª ed. aumentada 1907.
[12]. F. Zaniecki, “Introduzione” a W. Berkan, Zyciorys wlasny (Autobiografía), cit., pag. XII.
[13]. Cfr. B. Giesen, “Beyond reductionism: four models relating micro and macro levels”, en J. C. Alexander, B. Giesen, R. Münch, N. J. Smelser (compiladores), The micro-macro link, University of California Press, Berkeley-Los Angeles-Londres, 1987, pag. 337-355.
[14]. Cfr. N. J. Smelser, “Depth psychology and the social order”, en J. C. Alexander, B. Giesen, R. Münch, N. J. Smelser (compiladores.), The micro-macro link, cit., pag. 267-286.
[15]. Cfr. R. S. Wallerstein, N. J. Smelser, “Psychoanalysis and sociology: articulation and applications”, en International Journal of Psycho analysis, 50, 1969, pag. 698-700.
[16]. Cfr. L. Bovone, “Micro-macro: una dialettica congenita della sociologia”, en L. Bovone, G. Rovati (compiladores), Sociologie micro, sociologie macro, Vita e Pensiero, Milán, 1988, pag. 8-9.
[17]. Cfr. R. Collins, The microfoundations of macrosociology, Academic Press, Nueva York, 1981.
[18]. L. Bovone, “Micro-macro: una dialettica congenita della sociologia”, cit., pag. 35.
[19]. Cfr. R. Cipriani (compilador), La metodologia delle storie di vita. Dall’autobiografia alla life history, Euroma-La Goliardica, Roma, 1987, en particular la parte introductoria.
[20]. A. L. Strauss, Qualitative analysis for social scientists, Cambridge, 1987, pag. 215-240.
[21]. K. Plummer, Documents of life. An introduction to the problems and literature of a humanistic method, George Allen & Unwin, Londres, 1983, pag. 50-59.
[22]. Cfr. E. T. Hall, The silent language, Doubleday and Company, Garden City, N. Y., 1959 (ed. it., Il linguaggio silenzioso, Bompiani, Milán, 1969).
[23]. Cfr. A. Bryman, Quantity and quality research, Unwin Hyman, Londres, 1988, pag. 172-174.
[24]. L. Voyé, Sociologie du geste religieux, Les éditions Vie Ouvrière, Bruselas, 1973.